20 nov 2011

Palabras para el abismo




   
  Resulta fustrante que nuestro lenguaje haya desistido del empleo de términos como paraíso o porvenir para referirse al futuro, cuando no son más que expresiones vacías que no comprometen a nada, metáforas condicionadas al oficio de soñar más que al arte de gobernar.
    El empleo del lenguaje no te llevará a ningún lugar y a la vez puede hacerlo a cualquiera. Cuando la política se envuelve  en un lenguaje de corte apocalíptico éste acaba por alcanzar a la sociedad y la realidad se muda envenenada. No culparemos en exclusiva al lenguaje, pero sí  en parte, la justa para condicionar el desenlace. El funcionamiento de las agencias de ratig, su endiablado lenguaje, las valoraciones sobre un determinado país, comunidad o empresa, en momentos de turbulencias, provocan en el  destinatario la reacción en esa dirección apuntada,  abocándolo a una situación cada vez más compleja. En política, en la sociedad en general, el empleo de un lenguaje machacón sí que condiciona los resultados. No es una teoría, es pura psicología. 
     En el lenguaje figurado nos referimos al abismo como esa posibilidad de caer en desgracia, de someternos a grandes peligros. El antiguo Testamento ya se refería a él como el caos, el lugar reservado al infierno. Resulta espeluznante tan sólo el hecho de pensar en él, de correr la suerte de caer en desgracia y someterse a sus adentros. No creo que alguien de manera interesada nos haya querido marcar un destino tan inseguro e incierto, pero el uso inadecuado e insistente del lenguaje  puede haberlo acelerado. 

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