ICONOS
Bikini:
diseño de Louis Réard
Imagen:
Micheline Bernardini, 1946
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Micheline Bernardini |
Seguro
que sí, que de haberlo hecho hoy, Louis Réard, aquel ingeniero francés metido
en costuritas, lo tendría igual de crudo que en el lejano 1946 cuando
visibilizó su radical invento. Por suerte su arrojo nos liberó a generaciones
de padecer injusto recato, aunque para su presentación en sociedad tuviera que
recurrir aquel cinco de julio a una jovencita acostumbrada a ver posar en sus
pliegues miradas pecaminosas. La chica se llamaba Micheline Bernardini y
trabajaba en un local de striptease.
Hasta
el descubrimiento de aquel bañador dos piezas que cubría el busto y tapaba las
partes pudendas, la mujer que quisiera gozar del placer de las olas debía
encorsetarse en uno de lana de tres kilos de peso que cubriera los muslos con
un pantalón y con una camiseta de pequeño escote al torso, eso en teoría, en la
práctica el rabioso invento de Réard quedó prohibido en países como Italia,
Francia o España. Hasta alcaldes como el de Biarritz, en 1948 restringieron su
uso, es que el insigne descubrimiento cayó como un trueno en una sociedad muy
reservada y poco propicia a las alegrías que atentasen contra la moral. La
iglesia evidentemente tampoco se quedó muda.
El
invento de la discordia recogió su nombre de una actividad maligna pero exenta
de prejuicios a los ojos del mundo como fue
la detonación de bombas nucleares, cuatro días antes en el atolón Bikini, un arrecife
de las Islas Marshall; también hay que decir a su favor que el lugar está
resguardado de curiosidad insana. Louis sabía que su invento sería explosivo,
la bomba, la buena y de ahí el la denominación de aquel dos piezas que permitía
a la mujer reinar bajo el sol.
El bikini
no gozó de demasiada aceptación hasta que Brigitte Bardot nos descubrió qué era
aquello de lucir un cuerpo de gloria, “Y dios creó a la mujer”, 1956, y se
dejara ver para regocijo del personal ataviada de esa guisa por Cannes y Saint
Tropez; y sobre todo la presencia de Ursula Andress, en “Doctor No”, 1962,
cuando pletórica salía del agua refugiada en un memorable dos piezas con
cinturón y cuchillo como añadidos. El resto de la historia es inercia, puro
desarrollo de la física. En 1964 el diseñador Rudi Gernreich le dio una vuelta
de tuerca al invento con el monokini mudando de la parte superior por dos
tirantes que dejaban a la vista los pechos.
*Publicado en La Revista 12/08/2012
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