26 ago 2012

Jeff Koons & Cicciolina # Iconos


Iconos

Imagen: Jeff Koons y Cicciolina, "Ponies", 1991
Autor: Jeff Koons
Jeff Koons y Cicciolina
Jeff Koons
     Jeff Koons siempre ha sido un caradura, un vendedor, un artista capaz de convencer a todos de que sus obras son canela fina y no lo que parecen; Ilona Staller, Cicciolina, siempre ha sido ella, una actriz porno con las ideas bien claras. Ambos dominan el “show bussines”. Su boda no fue flechazo, si no una simple relación laboral entre el artista de fama que trataba de superarse a sí mismo, y la pornostar enarbolando una bandera en el terreno propicio, léase en la cama. Ella creyó que harían una película porno, el norteamericano también. A Koons el sexo le apasionaba, a ella ni te cuento, era su oficio. El artista se inspiró en los clásicos, en Adán y Eva, en la premisa de superar cualquier sentimiento de vergüenza y culpabilidad; así fue, al pie de la letra, sin censuras y en rabioso coito para que quedara para la posteridad. Sexo sin dobleces a la vista de todos, un trabajo de difícil digestión a medio camino entre la pornografía y el arte. Lo del matrimonio llegaría a los postres y duró lo de un suspiro, léase nada, en 1992 la pornostar y el artista se separan, de la relación entre ellos nace Ludwig, e interminables disputas. Un niño que Cicciolina arrebata a pesar de que la justicia norteamericana concede la custodia al artista y sobre el que Koons establece un duro pleito. Koons no pierde el tiempo y convierte el anhelo por el hijo que no puede ver en un motivo más de inspiración, mudando a partir de ahí su arte subido de tono en un argumento pueril al alcance de los ojos un niño. Son las “Celebration series”, coloristas y pulcras esculturas de objetos propios de la infancia que tanto gustan a los museos de todo el mundo.
     La serie que realizó con Cicciolina, “Made in Heaven”, es una obra de nivel para un artista cuya fuente de inspiración radicaba en la cultura popular, en lo kitch,  y que a partir de ese momento apostó por convertir sus pulsiones sexuales, su propia piel, en lienzo. No ha sido el único, sí en el método. El hecho de recurrir a una actriz porno y a su particular atrezzo de paraíso de cartón piedra le pareció un truco sencillo, se equivocaba. Ambos sabían venderse, ella aprovechó el affaire para promocionar su carrera, y Koons luchó porque en aquellos coitos filmados se apreciara intención y sutileza. Pero semejante material no le ayudaba a recuperar la custodia del niño, razón por la que se restringió su difusión. O eso dijo.

*Publicado en La Revista 26/08/2012

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