21 ene 2012

Helmut Newton, entre el bien y el mal

                         

         Hay miradas con trampa y miradas tramposas, que no es lo mismo;  también miradas perversas  y pervertidos de profesión, y no nos liemos que no es el caso ni el sitio. La perversión de la mirada poco tiene nada que ver con el pervertido de oficio. El sexo como imagen puede ser  un motor muy potente,  pensemos por un momento en la publicidad, pero un cuerpo desnudo en sí mismo no vale nada,  no pasa de ser un lugar común sin destino claro. Que el sexo nos atrapa es una realidad manifiesta, pero tampoco  a cualquier precio, el sexo guarda para sí muchos misterios, entre ellos el complejo y valioso mecanismo de la seducción.  Los caminos de la seducción son los que nos  introducen en el territorio del erotismo como lugar prohibido, alejándonos de la pornografía, que como destino es demasiado estéril.


 Entre los  más valiosos condicionantes del sexo está el de la provocación, que bien llevado es una virtud como la seducción, de la que Helmut newton ( Berlín 1920- Los Ángeles 2004) fue  maestro. Llenó de trampas su mirada perversa, rodeado  de tacones y lencería en papel cuché convirtiendo a todos sus destinatarios en potenciales víctimas. Ninguna imagen suya es inocente, en todas inocula una cantidad de veneno que varía según la publicación. No olvidar que este  alemán y judío errante, como tantos otros para salvar el pellejo, trabajó básicamente en publicaciones de moda, quizás por ello  todas sus imágenes desprenden todavía sabor a tinta impresa. Su obra resultó  un triángulo perfecto, entre el retrato, la moda y el desnudo, estos últimos como subgéneros del primero.

Helmut Newton, después de un infarto


    Todo su trabajo se construye a base de ficciones que  nos relanzan ecos de su pasado, de su propia biografía. Autores como Brassaï, Leni Riefenstahl siempre estarán presentes en su elegante y sofisticada mirada. Pese a ser judío hay mucho de delirio y de superioridad aria en su visión. Cada bocanada nos llena de glamour, cada escorzo de mujer envuelve una gran lección de seducción que agitará nuestro pensamiento indefenso. Nunca jamás volveremos a la inocencia,  ni convirtiéndonos  en sus detractores, que también los hay.  Fue acusado de misoginia y de comercializar una imagen de mujer inadecuada;  él siempre salió al paso de ello con naturalidad.

      En blanco y negro rabioso, o en colores vaporosos o contrastados según se preste, su mundo no es terrenal, pero se llena de argumentos vividos o revividos a través del cine y de su mirada estetizante. Cada imagen incluye una narrativa, un mensaje envuelto que habrá que ir descifrando. Son imágenes aparentemente preñadas de sencillez, si por tal entendemos que se desprendan de grandes escenografías, lo suyo es pura mirada y magia, el artificio de la luz que convierte a cada uno de sus fotografiados en verdaderas esculturas a merced de un brillante control de la toma y de la copia. Sus escenarios no pasan desapercibidos, muchos son espacios muy comunes, una cocina, un taller mecánico, la calle. Siempre localizaciones muy bien elegidas que sensorialmente nos transportan al destino de la perversión. Una y otra vez nos sentiremos incómodos, involuntariamente mirones, cómplices de un deseo que no sabremos valorar convenientemente. Nuestras conciencias quedarán para siempre señaladas y no sabremos muy bien por qué.



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