30 mar 2017

Louis Aragon y Elsa Triolet, esos ojos #Iconos #Larevista

Iconos
Imagen: Elsa Triolet y Louis Aragon
Autor: Raoul Saguet, 1960.


Y sucedió que el mundo bajo la tarde excelsa/ rompiéndose en arrecifes de pérfidos fanales/ en tanto yo veía desde los litorales/ sobre lívidas ondas brillar los ojos de Elsa.”
   Elsa Triolet (Moscú, 1896- Saint-Arnoult-en-Yvelines, 1970) y Louis Aragon (París, 1897-1982) se conocieron en París, en el café “La Coupole”, lugar de artistas y escritores. Ella, mujer cosmopolita, hija de familia judía de posibles, amiga del poeta Mayakovski, en París desde 1919, unida en fallido matrimonio a André Triolet; él, con su secreto bajo el brazo, el de ser hijo no reconocido de un diplomático, Louis Andrieux, que le otorga el sobrenombre de Aragón, por haber sido ese uno de los destinos y no ofender así en demasía a la familia. Aragon es un ejemplo de la Francia del momento, precursor del surrealismo, hasta que muda la escritura automática por la visceralidad, el mensaje resistente ante la Francia ocupada.
   Se casan en 1939, después de “Buenas noches, Teresa”(1938), la primera novela en francés de Triolet; él andaba ya en una suerte de realismo de denuncia, “Los bellos barrios”, “Los viajeros de la Imperial”. Ella gana el Concourt (1944), por una serie de relatos, “El primer enganche cuesta doscientos francos”, sobre el desembarco aliado.
                                        Raoul Saguet, 1960.

   A él la guerra y la ocupación lo hacen volver a la poesía, a un lirismo apasionado hacia Elsa y hacia su país; poemas populares, por su simpleza y fácil adaptación al canto. “Los Ojos de Elsa” (1942) tienen guiños surrealistas, pero sobre todo un alarde de personaje enamorado, en un decir marcado por la emoción del verso, que cobra forma de himno y alegato patriótico aunque sin perder el misterio ni el enigma que contienen, nada que ver con “La Diana Francesa” (1945), donde el amor de resistente es un patriotismo que sin ofender resta credibilidad al mensaje.

Y es que ambos, además, se aferraron al comunismo militante, razón que les haría viajar más tarde al entonces bloque socialista y alejarse de la crítica, incluso cuando el general Vitaly Primakov, marido de su hermana Lilia Brik, es ejecutado. Pero volviendo al poemario, que no sería el único a su amada, entre otros “Loco por Elsa” (1963), ella sería siempre su musa, en un camino cargado de bondad y belleza, pero sin renunciar al oficio, al poema como si fuera un artefacto, que debe decir y arrasar, “Yo calciné mis dedos en su fuego prohibido”. Pues eso.

*Publicado en La Revista 30/03/2017

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