




No es fácil parir un nuevo trabajo, menos que mantenga el espíritu y ofrezca
continuidad con otros proyectos anteriores. Un universo personal con el paisaje
como telón de fondo que se nutre de tiempo y silencio, y en el que la memoria
marca la pauta. Estas son algunas de las remozadas líneas que estoy trenzando,
a medio camino entre las series “De memoria” y “Ao límite”, tiene algo de las
dos y mucho de todo. Dejo también un texto para que enmarcar conceptualmente
estas imágenes.
*Siempre que pienso en lo natural como planteamiento me viene a la cabeza el
vetusto mito de Sísifo, con una salvedad, en la naturaleza no hay nada absurdo,
en cualquier caso sería lo humano. Lo del hombre con lo natural ha sido, es y
será una endemoniada lucha por su dominio y control, en ocasiones encomiable,
por lo que tiene de inteligente y de reto de superación, ignominiosa en tantas,
cuando se prescinde de la experiencia y el conocimiento proyectando sobre ella
tan sólo intereses espurios y rápidos olvidándonos de que lo natural es lo que
nos conecta con la vida.
Hay un punto que rodea a lo natural que me resulta fascinante, aquel que
discurre paralelo al concepto de ruina, ligado éste al paso del tiempo y al
hacer, que no escenificar, del hombre. Perdido su uso, aún en medio de un
aparente estado caótico, todo escenario natural, mantiene parte de su
integridad y en él encontraremos siempre aspectos que nos evocan a un pasado
que delata su identidad. Tal vez algo inconcreto, difícil de ubicar en el
tiempo, sujeto a una necesaria imaginación. Ensoñación romántica? Puede ser. No
persigo escenarios mayúsculos, ni alejados en la distancia, y menos mediáticos,
pero que sí nos hagan pensar, formular preguntas que respondan acerca de lo que
fuimos, somos y seremos. Paisajes en los que no veremos personas pero si estará
representado su espíritu.
Toda formulación enunciada a través del paisaje, natural, urbano o emocional,
tiene que ver con la experiencia, con el conocimiento adquirido a través del
legado cultural y de la propia historia del arte. Como ejercicio de
representación del paisaje estará marcado por la mirada, la individual que cada
uno proyecta sobre un determinado espacio, y la colectiva, la que hemos
heredado de todos aquellos “sabios” que nos han precedido, geógrafos,
naturalistas, viajeros, pintores… Intelectuales todos que han pensado el
paisaje y todo lo que ello conlleva, porque el paisaje como ejercicio
intelectual que es, se piensa, pero primero se ha de sentir de manera
apasionada.
La fotografía anclada en lo documental ha demostrado ser la herramienta
perfecta para transmitir experiencias no solo estéticas o intelectuales, si no
también sensoriales. Como fotógrafo me interesa lo que de misterioso y mágico
nos precipita el ejercicio de la representación fotográfica, como paisajista
sus potencialidades para trasmitir las experiencias y el conocimiento adquirido
innato a todo ser humano así como el inherente espíritu de superación.
Los bocetos presentados en esta nueva serie, a quienes conocieran trabajos
anteriores de intervención de la naturaleza en los que proyectaba sobre la
materia y el territorio, un ejercicio inspirado en cuanto a su proceder en
cuestiones relativas a un entorno rural, éstas pueden resultar desconcertantes,
por frías y desangeladas, esa es parte de la intención. Deseo sumergirme en la
parte sensorial de la imagen, huyendo de lo puramente descriptivo, proyectando
de paso la mirada en lo imposible, en los límites de lo visible. Tan difíciles
de fotografiar como de ver. Son imágenes que necesitan reposo, como reposo
necesita la mirada. Imágenes que inciden en el concepto de ruina, de caos, de
desorden. Algunos son espacios desaconsejables sumidos en el olvido, otros en
el abandono. En todos he tratado de incidir con las mismas armas, lo poético y
lo sublime. Los límites, en este caso visuales suponen un nuevo reto.