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Imagen: David Hamilton.
Está muerto. David Hamilton (Londres, 1933-París, 2016) se ha suicidado, dicen. Múltiples conciencias han atribuido causa efecto. La revelación de la presentadora francesa Flavie Flament, en su novela autobiográfica “Consolation”, aunque sin citarlo expresamente, de haber sido violada. No ha hecho falta más anuncio, ni incidir en el “respeto a la presunción de inocencia”, reclamado por el artista.
Otros tiempos, finales de los 60, principios de los 70. Hamilton se convertiría en un fotógrafo fetiche que crearía escuela, y legión de seguidores. El británico afincado en Francia desde los 20 años se inició como escaparatista y después director artístico de Elle, antes de afrontar una brillante carrera en solitario. Reclutaba féminas impúberes de las manos de sus padres que acudían a su casa estudio de Ramatuelle, en Saint-Tropez, buscando una progresión, a sabiendas que los contenidos de Hamilton, no eran inocuos, ni siquiera recomendables. El inglés era -ya entonces- un pornógrafo con la sofisticación técnica de quien sabe experimentar con la imagen y adentrarse en territorios de la mente humana, mayormente masculina en este caso. Una de aquellas madres anestesiadas por el éxito fulgurante, la carrera brillante y el dinero fácil, era la de Flavie Flament, quien no comparte la versión de la supuesta violación de su hija.
El universo de Hamilton en los ochenta era sugerente y atractivo, y de gran éxito comercial por todo aquel ejercicio de representación a través de adolescentes, rubias y de procedencia nórdica. Luces difuminadas, ambientes íntimos, mujeres con sedas vaporosas correteando por el jardín de la casa. Fotos cargadas de deseo en la mente de su ejecutor, en la pléyade de consumidores que se lanzaban al quiosco cada vez que lanzaba un título, “Rêves de jeunes filles”, 1971; “Les demoiselles d`Hamilton”, 1972; “Le danse”, 1972... Películas, vídeos, el universo Hamilton entraba en todas las casas, y televisiones. ¿Qué ha cambiado de todo ellos? ¿Qué nos hace ruborizarnos ante relamida sexualidad púber? Respuesta, los tiempos.
David Hamilton imitaba a Degas, y a otros impresionistas. En el arte no hay santos, Gauguin era un pederasta, hoy de los más cotizados. Pasolini, Fellini, Bertolucci, tan criticado últimamente. El camino que separa el arte de la vida es espinoso. Y uno no es juez.
*Publicado en La Revista 8/12/2016
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