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Imagen: Soldados republicanos en la despedida de Machado, en Colliure, 1939.
Los últimos días del poeta Antonio Machado (Sevilla, 1875-Colliure, 1939) se asemejaron a los de un barco varado que recibe impotente los embates del mar. Largo peregrinar; avanzada la guerra, la Alianza de Intelectuales apuesta por evacuar a zonas seguras a sus referentes literarios y artísticos, no fue fácil; “concentrado y triste”, que diría Alberti, el poeta se resiste. De noviembre de 1936 a abril de 1938, Antonio Machado, sus hermanos Joaquín y José, la madre Ana Ruiz, lo pasan en Rocafort, Valencia, donde la merma de salud no impide una acción laboriosa en pro de la República; de mayo de 1938 hasta enero de 1939, primero en el hotel Majestic, luego en la Torre de Castañer, la familia lo pasa en Barcelona. El desenlace de la contienda pinta mal. Con el semblante de resignación, él y su familia -22 de enero- salen en un vehículo de la Dirección de Sanidad; les acompañan Corpus Barga, Carlos Riba, Joaquín Xirau, y Tomás Navarro. A medio kilómetro de la frontera, en medio de un colapso sin solución, tienen que bajarse y recorrer, bajo una lluvia humillante, la distancia que los separa de la aduana francesa; lo consiguen el 27 de enero, atrás dejaron sus maletas, y las pocas pertenencias. Gracias a la ayuda de Corpus Barga, la familia llega a Colliure, se instala en el hotel Bougnol Quintana. La habitación número 5 la ocupa Antonio y su madre; otra más pequeña, su hermano José y su esposa. La salud del poeta era un quebranto. Ni siquiera Colliure y su conmovedora visión del mar serían bálsamo en el dolor de quien ha perdido la vida y el sueño. En el mes que duró su existir, en alguna ocasión, el poeta y su madre pasearon con la intención de dibujar nuevamente el horizonte de libertad; la mayoría de los días se conformaron con perfilar la bahía desde la ventana. Difícil olvidar la patria, a Guiomar, a Manuel, el hermano del alma, a quien la guerra había depositado en el otro lado.
“Estos días azules y este sol de la infancia”, rezaban en un papel arrugado de la chaqueta del poeta muerto un mes después. Tres días después, lo haría la madre. Ambos, desde entonces reposan juntos en una tumba prestada. Sobra decir que es una de las más visitadas, muchos, en un buzón instalado junto a ella, depositan poemas llenos de anhelos. Allí el poeta los lee.
*Publicado en La Revista 27/08/2015
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