Imagen: Blas de Otero (Bilbao, 1916- Madrid, 1979)
![]() |
Blas de Otero |
La vida le dio un trueque, de un volantazo mandaría al traste sus creencias; al igual que otro poeta inquieto de muchos años más tarde, Leopoldo María Panero, su vida se llenaría de crisis que le harían por un tiempo carnaza de psiquiátrico, en Usúrbil. La acción le llenaría sin embargo de reacción poética, la creación artística se volvería la mejor terapia. En aquellos años vería la luz su gran obra existencial, la que da pie a estas líneas, “Angel fieramente humano” (1950), la verdaderamente válida. El poeta se atrevía a interrogar a Dios, a tratarlo de tú a tú, a la procura de un diálogo desquiciado. Su poesía se vuelve efectista, visual, elaborando imágenes que sólo a través de la vista se debieran vislumbrar. “Mi reino no es de este mundo”, en referencia al dolor de la humanidad y en clara ruptura con las creencias religiosas que durante mucho tiempo le habían acompañado. Deja de ser hombre para llenarse de los otros, los que sufren y a los que quiere brindar la palabra. Su gran obra quedó escrita muy rápido, sus planteamientos religiosos cargados de angustia vital no fueron bien vistos, se le negó el premio Adonais; su poesía más social, “Pido la paz y la palabra”(1955), “Que trata de España”(1964), fue cercenada por la censura. Practicó una intertextualidad sin complejos, llena de homenajes -Whitman, Quevedo, Góngora, San Juan de la Cruz; o directamente de la Biblia. Al final se vuelve íntimo, nunca fue otra cosa.
*Publicado en La Revista 4/05/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario