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Imagen: Rolling Stones, 1963
Foto: Philip Townsend
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The Rolling Stones, 1963. Foto: Philip Townsend |
La estabilidad de la formación, el tándem Jagger - Richards, junto con Wood, Wyman (hasta que dijo basta) y Watts, a pesar de las discrepancias, diferencias, y demás, han sido las claves para mantener la marca en el tiempo. Como una multinacional más instalada en la emotividad y la nostalgia, muchos imitaron la fórmula, pero a ellos les ha funcionado esa eterna juventud hasta una edad en la que muchos crían malvas. Tan sólo hay que revisar la discografía de estos chicos para desvelar el enigma de su misterio mercantil, una apisonadora sonando a música celestial, musicalmente densa y carente de estribillos manejables, y mucha pulsión sexual encendida. La amistad de Jagger y Richards ha durado mucho más que sus innumerables matrimonios, pero duró lo que duró y después vino la soportable convivencia, al menos hasta que Richards en el 2010 decidió lavar los trapos sucios fuera de casa. Los Rolling eran un grupo acabado en los ochenta, incluso antes, en 1976 tras el concierto promovido por Gay Mercader en la Monumental de Barcelona, la crítica del momento ya calificó a Jagger como “un viejo” y al espectáculo como “mero entretenimiento” y seguro que tenían razón, pero lo que no tenían ni idea era de lo que en realidad son The Rolling Stones, una maquinaria perfecta de sonidos clásicos, soul y rhythm and blues, guitarras afiladas, y un I Can´t get no, 1965, sonando a toda pastilla y moviendo el culo.
*Publicado en La Revista 15/07/2012
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