26 may 2016

Charles #Bukowski, con sabor a blues #Iconos

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Imagen: Charles Bukowski con su mujer, Linda Lee.
Autoría: Getty Images.



No lo intentes, Don't try, reza en su lápida, a modo de advertencia para la pléyade de seguidores aferrados con una mano a la botella, la otra, a un puñado de folios desprovistos en su escritura de horizonte rectilíneo. “La primera palabra que aprendí fue licor”, recordaba la frase, su última esposa Linda Lee en su entierro, el 9 de marzo de 1994, en medio de un cortejo fúnebre de monjes budistas.
   Charles Bukowski (Andernach, 1920; California, 1994) fue un engendro de hombre ya desde niño, cuando en la escuela sus compañeros se mofaban de su presencia introvertida, rara, y con el semblante rudo repleto de acné. En casa le llamaban Henry, por Heinrich Karl, para ocultar su origen alemán y una emigración a destiempo del sueño americano. Su padre, también alcohólico, a quien golpeaba el desempleo, pagaba también a golpes con él  un futuro crudo.
   En 1955 los médicos ya le adivinan el final si no deja la bebida, y él se adscribe de por vida a la escritura -poesía, novela, relato- de manera convulsa, siempre dispuesto a retratar un sueño americano a la inversa. Nadie lo había escrito así, tan guarro, tampoco de manera tan brillante. es como si de la náusea se pudiera desprender un paisaje maravilloso. Y la náusea era tal cual, lo deja escrito en “Mujeres”. Lydia llama a la puerta, él sale corriendo al baño a vomitar. Ella le pregunta si está enfermo, “No, no. Estoy bien. Siempre me ocurre lo mismo al despertarme". Así era Bukowski, un despojo de sí mismo que se inspira en su mundo de vagabundo. “Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y los destinos rotos. También me gustan las mujeres viles, con las medias caídas y arrugadas, y con maquillaje barato”. Lo de las mujeres merece capítulo aparte. “¿Por qué escribes de las mujeres de esa manera?”, le inquiere Lydia  “Me parece algo vergonzoso que un hombre que escribe tan bien como tú no sepa nada absolutamente de mujeres”.      
   Sí que sabía de mujeres, y de hombres. Lo que en el fondo parecen historias sobre la destrucción, sobre el sexo y las borracheras permanentes, en realidad son excusas para alejar el dolor; detrás de una apariencia de gemidos e intercambios de flujos, lo que hay es una intensa ternura y piedad hacia el ser humano, con desgarro, el de alquien que interpreta una melodía resistente, en clave de blues, en bucle permanente, Mientras insiste, “Don't try”.

*Publicado en La Revista 25/06/2016

13 may 2016

¿Por qué, #Medea, por qué? #Iconos

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Imagen: Medea (1862), de Eugène Delacroix.



Medea es ficción, Medea es mito. Medeas son muchas, Eurípides, Séneca, etc.; Medea universal, sin fronteras del tiempo. Tragedia, drama, venganza. ¨Que nadie me tenga por floja, débil e indolente...” La venganza es vida mientras esta se consume por el odio. ¨Sí,prenderé fuego a la morada nupcial o les atravesaré el hígado con afilada espada”.
Medea, presa de la furia, del rencor, calcula, con la frialdad del hielo, la destrucción de Jasón, Glauce y su padre. Ellos no tienen la culpa, pero están ahí y forman parte de ella; para hacer más daño a su marido acabará con sus propios hijos. Después, un carro de serpientes aladas guiará sus pasos hacia Atenas.
Atrás, bien atrás, un viaje, en busca del vellocino de oro, destino. La Cólquida. Los Argonautas te salvaron, ellos fueron los héroes. Con ellos tu amada Medea, hija de Eates, el rey de ese país. Es ella quien te ayuda a superar las pruebas, a robar el vellocino de oro, y a huir hacia Corintio. Allá tu tragedia, Jasón.
¨Jasón me debes un hermano”. El poder impone condiciones; Medea, te ayudó en la muerte de Pelias, él había matado a tu padre. Pero aquel amor, y sus frutos han sido mancillados, tu lecho, deshonrado. Te prometiste a Glauce, hija del rey de Creonte; ¡Ay, el coste de la traición!.
Pretenden -Medea- que abandones Corintio; el mal, la tragedia se mastica pastosa. No valen lamentos, el coro de mujeres poco puede hacer más allá de escuchar tu llanto, el hombre por el que dejaste a tu familia, tu tierra, te ha traicionado.
Creonte -el rey- suspira tu destierro, que abandones Corintio y dejes vía libre para que tu amado se case con la princesa. Él -Jasón- también te lo pide; tú sólo pides tiempo para asumir; las palabras cruzan en tu mente como si fueran lanzas. Les haces ver que eres sumisa pero tú no vas a soportar sola el repudio y el destierro; la venganza queda escrita, ¨Hacer de una recién casada una antorcha nupcial”; con falsedades le haces creer a tu amado que aceptas su boda y tu destierro. La princesa Glauce desconfía de tu presente, ese vestido impregnado de pócima mortal que tus propios hijos han portado. Duda, pero acepta, el veneno arrasa su piel que la quema como un ácido, muriendo ella y su padre, el rey Creonte. Jasón no tiene réplica, o no otra que sus/tus propios hijos. ¿Por qué, Medea, por que? Eran tus hijos.

* Publicado en La Revista 12/05/2016

5 may 2016

Madame du Barry, la preferida del rey #Iconos

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Imagen: Dolores del Río, ¨Madame du Barry”, 1934.




En el período del Terror (1791-1794) Francia no frenó la guilotina un instante. Nuestra protagonista, Madame du Barry, un ángel de belleza arrebatadora sería ajusticiada un 8 de diciembre de 1793, a la vista de todos y con la mirada de desprecio hacia el populacho; casi a un tiempo que María Antonieta, su gran ememiga en la corte.
   Nacida Jeanne Bécu (1743) en Vaucouleurs; en los prostíbulos de París se la conocía como mademoiselle L'Ange, supuestamente era hija de un franciscano llamado Ange, y de una cocinera. Ella también estudiaría con las monjas, hasta que -15 años- su rebeldía la hiciera volver junto a su madre y desempeñar otros oficios, entre otros dependienta de una tienda de modas. Por su físico el respetable masculino suspiraba; cae en las manos de un proxeneta de familia noble y pocos escrúpulos como Jean-Baptiste du Barry, acostumbrado a buscarles porvenir a las jovencitas. Pero ella ya se dedicaba al oficio; así que él tan sólo le garantizaría contactos de alta alcurnia, el marqués de Arcabol, el mariscal Richelieu o el financiero Sainte-Foi. No hubo amor, tan solo una relación de intereses.
    Cuando se la presentaron al rey Luis XV, lejos de avergonzarse de su pasado, ella se presentó como experta en el arte de amar. Así ocuparía el puesto de la marquesa de Pompadour, recién fallecida. La designación fue un asunto de estado. Richelieu se mostró favorable, así pensó que el rey podría destituir al Secretario de Estado Choiseul.
   Para ser amante oficial del rey, un sexagenario apasionado de las jovencitas, era necesario antes casarla con alguien que le aportara título nobiliario; fue un du Barry, Guillermo, hermano de Jean-Baptiste, a cambio de una suculenta cantidad de dinero y desaparecer de la escena; ella, a pesar de las reticencias, entre otras las de las hijas del rey, se sentó a su mesa y recibió el palacio de Louveciennnes. Amante de las artes, en especial la música, y del gusto refinado, acumularía una gran cantidad de joyas, algunas harían suspirar a Maria Antonieta, como un collar de más de mil diamantes, rubíes y esmeraldas. Tiempos revueltos, tras la muerte del rey se le presagiaba un breve futuro. Sus frecuentes viajes a londres, donde recalaba en brazos de otros amantes, fueron también excusa, ocultar joyas y bienes. Le pillaron, poco después, sería la guillotina quien entraba en eljuego.

* Publicado en La Revista 4/05/2016

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...