8 sept 2013

El mito de la copla #Iconos#Miguel de Molina

Iconos

Imágen: Miguel de Molina


Miguel de Molina



Miguel de molina (Málaga, 1908-Buenos Aires, 1993) paseó su arte engalanado a un clavel en la oreja, camisa de lunares atada a la cintura y pantalón ajustado, más que provocación para tiempos revueltos. Con el ego también ceñido se instruyó en la copla, un arte en el decir que marcó una época en la que el amor se expresaba así, como llorando en la emoción y el paisanaje solemne al fondo de un escenario gris como asido a las sillas. Oírlo cantar “Ojos Verdes”, “La bien pagá”, “El día que nací yo”, y bailar, con el arte de un encantador de serpientes, con la energía de quien se considera atrapado por el duende de la creatividad y la esencia, era una experiencia inigualable, pero llegó la guerra y lo truncó todo.   De su vida se han dicho muchas cosas pero Miguel nunca deseó otra voz que no fuera la suya. El franquismo lo represalió por cobijar en sus sentimientos a las tropas republicanas, también lo utilizó después consciente de que su arte era un verdadero agasajo para tiempos de grisura; lo hizo a pesar de su dicción ambigua y aterciopelada que atormentaba, aparentemente, a tanta hombría. Fue precisamente en una tournée de posguerra, donde tres individuos envalentonados vinieron a buscarlo a la salida del Teatro Pavón de Madrid y le dieron la paliza de su vida. Protagonistas cuya identidad desveló con el tiempo, pero que a él, previo período de confinamiento le costó el exilio en 1942, Argentina, México, hasta allí la mano del franquismo se extendió en episodios altisonantes con los que tuvo que lidiar no sin amargura.
  Aunque volvió en los cincuenta, a la muerte de su madre y actúó sin éxito junto a Pastora Imperio, marchándose de nuevo, fue de los pocos exiliados que nunca regresó, aquejado de un dolor insoportable, también marcado por una personalidad egocéntrica al límite, competitiva hasta en las memorias a las que llamó “Botín de guerra”. Jaime Chávarri en “Las cosas del querer” pagó la osadía de entrometer su mirada en el baúl de su vida, y desató la caja de los truenos, un ser demasiado especial que en el ocaso extendió el silencio a quienes se interesaron en seguir la pista de una biografía poderosa que lo llevó a la cima aquí y en ultramar, que a él le marcó en esencia. Aunque  la copla suene antiguo, en su mano nunca lo será.

*Publicado en La Revista 8/09/2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Envolturas de silencio

E l invierno envuelve cada rama entrelazadas entre sí por el frío y la niebla que lo atrapa todo en un escenario de aventura. Todo es ...